La Torre de Hércules tiene algo especial. Recuerdo cuando subía todas las semanas en el circuito que hacíamos corriendo y que incluía llegar hasta arriba. El farero abría la puerta por la mañana (una desvencijada puerta de madera) y podías subir sin ningún requisito previo.
El entorno cambió mucho, yo también (quién me iba a decir entonces que más de 30 años después estaría haciéndole fotos a una pareja en su preboda), pero la Torre sigue allí, imperturbable, bella, imponente.
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