En el sur, como en la vida, encontramos muchas puertas. Puertas que abren y cierran caminos.
Puertas que evocan identidades quizá olvidadas.
Puertas cerradas, que nos impiden cruzar.
Puertas refrescantes
Puertas abrasadoras
Puertas hoscas, fuertes y viejas, esperando ser abiertas
mientras otras incitan a pasar
o generosas, ofrecen protección,
hasta cruzar el dintel de las que invitan al reposo.
Y llegado el final, cuando emprendamos el viaje definitivo…
y no haya más puertas que cruzar, quién sabe, quizás tras ese último dintel, nos encontremos una escalera al cielo.
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