Ovis orientalis

Su nombre ya nos indica un pasado común con los Reyes Magos, aunque ellas no siguieron ninguna estrella. Simplemente unieron su destino al de los humanos (mejor dicho, a la cocina de los humanos) allá por el Neolítico. Su lana comenzó a aprovecharse tras una segunda domesticación, de la que proceden la mayoría de las ovejas domésticas de hoy en día, conocidas como Ovis orientalis aries. ¿Y cómo coño se llega a saber eso? Pues no hace tanto, más o menos un par de años, gracias a la búsqueda de retrovirus endógenos (que se incorporan al ADN del animal infectado, trasmitiéndose a partir de entonces a todos los descendientes) en el estudio del genoma de las ovejas, que permitió conocer desde cuando esos virus acompañan a las diferentes razas.

Son unos bichos muuuuy aburridos y tontas como ellas solas según la opinión de algunos clientes que se dedican a su cría, opinión que no coincide con la de algún estudio científico, capaz de atribuirle hasta la capacidad de enamorase, y no, no se trata de pensar en el pastor solitario en la montaña, me refiero a enamorarse la oveja del carnero (y viceversa, supongo). También tienen capacidad de reconocer a la gente y expresan emociones…no sé, lo que sí tengo claro es que si la primera se tira por un barranco abajo, las demás van detrás y es no lo hace ni una gallina, que no es un paradigma de la inteligencia precisamente. El caso es que son uno de los elementos de referencia en cualquier cuadro bucólico. Estas pastaban tranquilamente el día que subimos el Teleno, hace ya un par de años.