lunes, 7 de julio de 2014

Rapa das bestas de Sabucedo

Como viene siendo habitual, no tengo tiempo para actualizar el blog, y cuando lo hago, tengo que recurrir a temas antiguos. ¿Antiguos? dirá alguno, pensando que la rapa das bestas fue este fin de semana.
Pues sí, antiguos, porque si ves la primera imagen, semejante sol no se vio en Sabucedo estos días. Las fotos son del año pasado, cuando aun tenía tiempo para esperar tranquilamente al sol a que llegasen los caballos. 

Lo que pasa es que después no tuve tiempo para publicar el reportaje, salvo alguna foto suelta como ésta, con el siguiente título: "Roland Garros? Wimbledom? No, rapa das bestas de Sabucedo.

Y como tampoco tengo mucho tiempo para... qué carallo, ya que me senté aquí, voy a explayarme un poquito.
Sabucedo es un pequeño pueblo que no llega a 50 habitantes, en el concello de A Estrada y allí se reúnen el primer fin de semana de julio unas 20.000 personas para presenciar cómo se bajan las manadas de caballos salvajes al pueblo y se introducen en el curro para ser rapadas.

El origen de la rapa das bestas no está muy claro, porque no hay datos escritos hasta 1.682.  Por un lado hay petroglifos en la zona que datan de unos 1.000 años A.C. en los que aparecen hombres y caballos. Por otro hay una leyenda según la cual ante un epidemia de peste, dos hermanas del pueblo ofrecieron a San Lorenzo dos yeguas en el caso de que se salvasen. Como se salvaron le donaron dos yeguas a la Iglesia.

Yo no sé si San Lorenzo tuvo algo que ver, pero de lo que estoy seguro es de que el hecho de que las dos hermanas se refugiasen en una cabaña alejada de la aldea mientras duró la peste, disminuyó mucho las posibilidades de contraer la enfermedad. 

Se trata de una tradición ancestral, que también tiene lugar en otras zonas de Galicia pero que (creo) en ningún sitio se realiza como aquí, en una lucha noble entre los aloitadores y un animal, al que sin instrumento alguno de ayuda (ni siquiera una cuerda) inmovilizan para raparle las crines y desparasitarlo. 

Las imágenes se suceden sin interrupción. Unos se meten entre los garañones y las yeguas.

Para dominar al animal.

Otros se lanzan desde las gradas. Prefiero ni pensar la hostia que se puede dar como tenga un error de cálculo.

En los últimos años también las chicas se animan a formar parte de los aloitadores.

A veces se producen tantas cosas en tantos puntos, que aunque el curro es pequeño, la sensación que tienes es que no sabes a dónde mirar.

En los cursos de fotografía siempre digo que antes de ir a un sitio es bueno documentarse. Como "en casa de herrero cuchillo de palo", aquí fui pez completamente, y solo después me enteré de que los caballos que luchan entre ellos levantándose para golpearse con las patas delanteras y morderse son siempre los garañones. Esas luchas son espectaculares y yo me perdí casi todas, por no saber preverlas. El caso es que para una que pillé, a mi vecino de grada le dio por participar en la lucha.

Con el sol pegando duro, el sombrero de vaquero que compré antes de entrar al curro me vino genial.

El ambiente era propicio para ponerlo. Y sino, basta con ver el aspecto de habitantes del Far West que tienen estos dos aloitadores, pillados por Conchi.

Les pones unas pistolas al cinto, y tal cual.

Me quedaron muchas ganas de volver este año, pero como viene siendo habitual... no tuve tiempo.

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